Devociones a la Virgen María

La devoción a la Santísima Virgen

La devoción a nuestra dulce Madre del Cielo no consiste solo en afirmaciones doctrinales, reflexiones y prédicas, sino que, también, acude a ella, la ama y le rinde culto. María se transforma entonces en fuente de oración y alabanza, en estímulo y ejemplo para la tarea evangelizadora. Tal devoción no es invento de la especulación teológica, ni explotación hábil de necesidades de la psicología humana, ni utilización de recursos pastorales aptos para la captación del pueblo. María no es un mito fabricado por el espíritu humano, necesitado de la figura cálida de la mujer, del cobijamiento de la madre o del encanto de los valores femeninos. Cuando la Iglesia promueve la devoción mariana, lo hace por obediencia al plan de Dios, quién determinó soberanamente el hecho y los modos concretos de su Alianza con los hombres. El hombre podrá optar por el rechazo o la aceptación libre de esa Alianza, pero no podrá cambiar las modalidades de la misma. Y la Alianza tiene una modalidad mariana. Por lo tanto María no es una figura secundaria en la Historia de la salvación. Nadie está obligado a un culto peculiar a un santo determinado, pero en la Iglesia Católica nadie está exento de la veneración a María. Ella es la Madre de Dios. Pero, por expreso regalo de Jesús desde la cruz, la dulcísima Madre del Creador es también nuestra verdadera Madre: "Mujer ahí tienes a tu hijo" ( Jn. 19. 26 ). Pocos son los títulos que tememos para presentarnos decorosamente ante Dios, pero uno de los más valiosos es el título de hijos de la Virgen María. Y, entonces, nuestra inteligencia nos proporciona un dato de táctica que es que en la esfera divina, la línea recta no es la distancia más corta entre dos puntos, sino la que pasa por el dulce Corazón de María. Al respecto San L. Ma. G. de Monfort nos advierte: "guárdate bien, oh alma predestinada, de creer que lo más perfecto es ir derecho a Jesús, directamente a Dios; tu obra, tu intención poco valdrán. Pero yendo por María, la obra no será tuya sino de María en ti, y será por consiguiente muy elevada y digna de Dios". Ella, como Madre, nos ayuda a corregir nuestros defectos y esto explica porqué los santos más grandes de la cristiandad fueron precisamente los más devotos de María. La vinculación mariana es el cultivo de una relación permanente cargada de afecto con la Virgen. Esto presupone el conocimiento profundo y claro de su posición en la historia de la salvación, pero por sobre todo implica contacto vital con María, expresado en la oración hecha diálogo filial, en la entrega confiada, en la disposición para colaborar instrumentalmente con ella en la forjadura del Reino del Padre. Tal contacto es posible porque María es una persona real, con quién se puede anudar vínculos personales hondos; ella es alguien que ofrece su amor e invita a la Alianza. Pues "aun habiendo sido asunta al Cielo, sigue cercanísima a los fieles que le suplican, incluso a aquellos que ignoran que son hijos suyos". Quienes se aman, tienden espontáneamente a estar juntos, a conocerse con detenimiento, a confiarse la intimidad, a compartir dolores y alegrías, no se conforman con un contacto vago y esporádico. Como el verdadero amor asemeja con la persona amada, el amor a nuestra Madre del Cielo nos conduce a la asimilación de sus valores, a la imitación de sus virtudes, a vivir sus mismos ideales, a entrar en comunión con los intereses de ella. Y la tarea primera y permanente de María es la forjadura del Reino de Cristo en el corazón de los hombres y el mundo. Por esto la auténtica devoción mariana hace hombres con conciencia de misión y familias misioneras. Quién se vincula a María, experimenta -con ella y como ella- la urgencia de comunicar la Vida y la Verdad del Evangelio a los demás. Una devoción mariana pasiva y que no se intenta contagiar a otros es una caricatura de lo mariano y estaría demostrando su inautenticidad, porque el amor verdadero se comparte y se difunde. La Santísima Virgen nos quiere ver comprometidos en la misma causa que dio sentido a su vida y esa causa exige generosidad, audacia, capacidad de iniciativa y de decisión, amor total.

En nuestro caso, la existencia de una Parroquia Universitaria, las gracias derramadas en los retiros REUNIR y todo cuanto viene aconteciendo en torno a Pastoral Universitaria son, a mi entender, signos claros de que la Virgen María necesita nuestras manos para que Cristo enamore a todos los corazones que laten en las universidades y en el mundo.

Quienes desean responder a su llamado cuentan con que María es la reina vencedora de todas las batallas de Dios, con que es la "Reina de los apóstoles" y su único afán es el triunfo definitivo de la Gracia en la historia de cada hombre y del mundo. Por ello el apostolado mariano es un aporte fundamental para la renovación de la Iglesia, y hacer conocer y amar a María es uno de los medios privilegiados para lograrlo efectivamente. El Concilio Vaticano II nos dice: "Hónrenla con suma devoción y encomienden su vida apostólica a la solicitud materna de María".

Bibliografía: Contiene fragmentos del libro "María y nosotros" de A. L. Strada.

Claudio Marsico.

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13 de julio de 2006