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¿Qué es la liturgia?

La palabra liturgia proviene del griego clásico profano ("obra para la comunidad"). La traducción del Antiguo Testamento al griego, realizada por los judíos de la ciudad de Alejandría, en Egipto, durante los siglos III y II antes de Cristo, conocida como la Versión de los LXX, así como el Nuevo Testamento (NT) cristiano suelen utilizarla en un sentido cultual. Cfr. Hebr. 8, 2 y Rom. 15, 16 donde a Cristo y Pablo se les llama "liturgos".

En la iglesia primitiva griega se redujo el uso de la palabra al de "culto divino", y más tarde al de "misa". En el occidente europeo la palabra entró mucho más tarde con el humanismo renacentista con ese sentido restringido, y sólo desde el siglo XIX lo utilizan los documentos eclesiásticos en un sentido amplio de culto divino en la Iglesia.

La discusión sobre cuál es la correcta definición de "liturgia" entró en una nueva fase a partir de documentos eclesiásticos sobre ese tema: Encíclica "Mediator Dei" (MD), 1947; Instrucción de la Sagrada Congregación de Ritos del 3-IX-1958; Constitución "Sacrosantum Concilium" (SC) del Concilio Vaticano II aprobada el 4-XII-1963 sobre la sagrada liturgia.

En la MD se rechaza como definición insuficiente a la que entienda a la liturgia únicamente como la parte externa de las ceremonias y rúbricas (reglas que enseñan la ejecución y práctica de las ceremonias) del culto divino. La liturgia es el mismo culto divino: El culto público íntegro del cuerpo místico de Jesucristo, de su cabeza y de sus miembros.

Jurídicamente, en el Código de Derecho Canónico, su primera promulgación fue en 1917, se entendía únicamente como liturgia a los actos realizados según los libros litúrgicos de la Santa Sede, y a todos los demás actos cultuales se les llamaba "pia exercitia" (ejercicios piadosos). Hasta los tiempos del Vaticano II y especialmente después de la promulgación del Nuevo Código de Derecho Canónico, 1983 se distinguía claramente entre "actos litúrgicos" (la Misa) y "actos no litúrgicos" (el rezo del rosario), que hoy se consideran como actos litúrgicos en un sentido amplio, a los que la MD considera "incluidos de alguna manera en el orden litúrgico".

En el núcleo fundamental de la liturgia vive y actúa el sacerdocio de Cristo que se desarrolla a través de los siglos. Pero también el mismo culto a Cristo en el Espíritu Santo (1 Cor. 12, 3) está en el más perfecto sentido de la palabra liturgia según la MD: "El culto... que la comunidad de los fieles cristianos tributa a su fundador y por él al Padre eterno".

Por todo ello una teología de la liturgia no puede entenderse desligada de una teología de la Iglesia y de los Sacramentos.

Ya en el NT encontramos algunas antiquísimas descripciones de textos litúrgicos (p.e. 1 Cor. 16, 20-24; Ef. 5, 14; Filip. 2, 6-12). La descripción de los himnos celestiales en el Apocalipsis p.e. 11, 17-18; 12, 10-12... debemos considerarla como una imagen de los himnos litúrgicos de la comunidad terrestre.

Se conservan algunos textos litúrgicos del siglo II y hacia el 215 tenemos el primer texto de una plegaria eucarística que se nos haya conservado. Se trata de un escrito de Hipólito en su "Traditio Apostólica" (Tradición Apostólica). En todos ellos nos encontramos no con textos normativos, sino con ejemplos de cómo deben resolverse las tareas de improvisación en la liturgia.

Los primeros testimonios de fórmulas liturgias ya fijas y determinadas las encontramos en los siglos III y IV en África, que al principio se refieren a los puntos fundamentales de la plegaria eucarística. Sólo hacia el año 600 aparecen determinadas en Roma el conjunto de las oraciones sacerdotales con las fórmulas de los "Sacramentarios", los libros que regulaban la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos.

La liturgia posterior tiene sus raíces más profundas en la liturgia del cristianismo primitivo. Hoy se reconoce un profundo enraizamiento de éste en las ceremonias del culto divino del judaísmo. Después de un período que podríamos llamar de libertad e improvisación, a partir del siglo IV empieza a notarse en las grandes metrópolis cristianas (Antioquía, Alejandría, Roma...) que se van fundando como familias litúrgicas en las que al principio se advierten muchas diferencias regionales y locales.

Posteriormente Constantinopla en oriente y Roma en occidente, se preocupan de conseguir una uniformidad litúrgica y para ella junto a motivos religiosos se ven también otros de índole político-eclesiástica. Es notable como en todas partes el "centro de la piedad", Jerusalén, tiene un influjo normativo litúrgico. (Recordemos p.e. el Via Crucis).

Las liturgias orientales

Estas familias litúrgicas podemos agruparlas en dos grandes secciones, las orientales y las occidentales. Aunque nosotros equivocadamente casi identificamos "liturgia católica" con "liturgia romana" y nos interesa estudiar sobre todo a ésta, no debemos desconocer algunos rasgos característicos de las orientales.

Notemos que las liturgias orientales subsisten hoy en las iglesias orientales, tanto las separadas de Roma (a las que frecuentemente llamamos "ortodoxas") como las unidas a Roma ("orientales unidas") y que en muchos casos las liturgias de los unidos y los separados a Roma se parecen muchísimo entre sí.

Las liturgias orientales desde el comienzo resaltaron ciertos datos teológicos y simbólicos más de lo que lo han hecho las occidentales. Consideremos algunas de sus características generales.

Ya desde los siglos III y IV resaltan algo que ya se percibe en la Epístola a los Hebreos y en el Apocalipsis, la participación del culto divino que los ángeles realizan en el cielo en la liturgia terrestre (recordemos la introducción al "Sanctus" en nuestra liturgia de la Misa). También, a partir del siglo IV, se nota lo que podríamos llamar una "dramatización en la celebración de los misterios".

Como consecuencia del desarrollo de la Cristología (la teología sobre Cristo), recordemos las luchas contra los arrianos (que negaban la divinidad de Cristo), la función mediadora de la segunda persona de la Trinidad no se considera tanto como la del que "está sentado a la derecha del Padre" cuanto la historia de su misión salvífica entre nosotros, o como un reflejo de la omnipotencia del "Logos" divino.

Consecuencia de ello es la gran importancia que dan los orientales a la "Epíclesis", (la invocación que implora el poder divino para que el pan y el vino se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo), en los textos de las Anáforas (plegarias eucarísticas) y su significación en la concepción de la liturgia, como representación de los hechos salvíficos de Cristo (Teodoro de Mopsueta, primer ejemplo de una alegoría rememorativa) o como imagen de la actuación de la "Jerarquía celeste" (Dionisio el Areopagita, en parte influido por el neoplatonismo).

Otras características notables de las liturgias orientales son, sobre todo en la liturgia bizantina, las oraciones secretas (en voz baja), el ocultamiento del Santísimo (velos), y la gran importancia que se da a la mediación de los santos (iconos en las paredes...)

Como tipos más importantes de las liturgias orientales podemos mencionar:

1. La liturgia griega de Alejandría 2. La liturgia copta (Egipto) 3. La liturgia etiópica. 4. La liturgia griega de Antioquía 5. La liturgia siria occidental 6. La liturgia siria oriental (Irak, Irán) 7. La liturgia bizantina 8. La liturgia armenia

Hoy en muchas zonas del oriente medio están muy mezcladas las comunidades (unidas o separadas de Roma) de muy diversas liturgias. En una misma ciudad pueden encontrarse varias muy diferentes. Jerusalén sigue siendo un centro donde "quieren estar todos".

Las liturgias occidentales

El desarrollo histórico de la liturgia en occidente está determinado por la yuxtaposición de un tipo de liturgia, típicamente occidental, romano-africano, y otro, la liturgia galicana, con grandes influjos orientales. El primero se caracteriza por su moderación y sencillez, mientras que el segundo está lleno de riqueza poética.

Durante mucho tiempo se considera a Milán como la cuna y el centro de la liturgia galicana, pero hoy se la considera mucho más como un producto simultáneo originado en el fondo religioso de casi todo el occidente cristiano.

Poco a poco el crecimiento de la importancia religiosa de Roma fue imponiendo su liturgia y las costumbres y prácticas romana acabaron dominando en todo el Occidente. En esta romanización influyeron en los distintos países el regreso y las experiencias vividas en Roma por los "romeros" (peregrinos que acudían a Roma, de ahí la palabra castellana "romería" como equivalente casi a peregrinación). Los benedictinos expandiendo su liturgia y los emperadores carolingios buscando la uniformidad religiosa de su imperio trabajaron mucho para el predominio de la liturgia romana.

Hacia el siglo XI puede decirse que la liturgia romana se ha impuesto casi totalmente en occidente, la liturgia que más subsistió a su lado fue la milanesa, y de alguna manera las costumbres y ritos locales que no pudieron ser eliminados fueron como absorbidos en la liturgia romana.

Como rasgos característicos de las liturgias occidentales y especialmente de la romana podemos señalar:

La acentuación de la función mediadora de Cristo, que se percibe claramente en el "por Cristo..." de las oraciones sacerdotales de la Misa, y que ha hecho resaltar el elemento Eucarístico frente al de la Epifanía (la manifestación de Dios), y que ha llevado a una piedad centrada en la Misa y en la Eucaristía.

En la liturgia romano-africana se nota una ausencia casi total de libertad de expresión litúrgica, que fue eliminando de alguna manera las oraciones populares a Cristo. Éstas subsisten, pero como tapadas por las oraciones y salmos que "con" Cristo se dirigen al Padre.

Otra característica occidental es la diversificación de oraciones según las fiestas del año litúrgico que ha desarrollado una importante teología de la "historia de la salvación" a lo largo de las fiestas del Señor y de los santos.

También es notable la distancia y la separación en las ceremonias. En cuanto al simbolismo las posturas han perdido su valor dramático y poético. La celebración eucarística más que por un movimiento dramático se caracteriza por su seriedad y solemnidad que hace intervenir muy poco al pueblo con aclamaciones. Parte de esta "seriedad" se debe al influjo que el ceremonial imperial ha tenido en la liturgia , y al consideración de la Eucaristía como una "ceremonia sagrada del Estado" frente a la consideración oriental que la ve como la celebración de un misterio cargado de sentido escatológico (para la vida eterna).

Antes de hablar de la liturgia romana mencionemos rápidamente las principales liturgias occidentales.

  1. La liturgia mozárabe (española). Tuvo su momento de esplendor en la época visigoda, (siglo VII). Empezó a ser fuertemente reprimida por la romana hacia el siglo XI y sólo subsiste hoy en un par de capillas (Toledo y Oviedo) como una "reliquia histórica".

  2. La liturgia ambrosiana o milanesa. Remonta sus orígenes a San Ambrosio (siglo IV) y aunque poco a poco fue romanizándose, todavía ha llegado a nuestros días vigente en la diócesis de Milán y algunas zonas vecinas.

  3. La liturgia antigua galicana (Francia). De ella conservamos el libro litúrgico más antiguo de la iglesia latina (siglo V). Tuvo un poderoso influjo oriental. Vivió una especie de renacimiento en los siglos XVII y XVIII en diversas liturgias regionales como la de Lyon.

  4. La liturgia celta. Surgió en los pueblos de origen celta del occidente europeo. Está bastante relacionada con e influida por la galicana. En Inglaterra desapareció ya en el siglo VII bajo el influjo romanizador de los benedictinos. En la Bretaña francesa se mantuvo hasta el siglo IX y subsistió hasta el siglo XII en Irlanda.

Todas estas y algunas otras de menor importancia fueron absorbidas por la

Liturgia romana

Muy frecuentemente en vez de llamarla "romana" se utiliza o se ha utilizado las expresiones "liturgia latina" o mucho más "rito latino".

Sus más primitivos textos los encontramos en la "Traditio apostólica" de Hipólito (290 - 302). En su desarrollo histórico podemos señalar los siguientes acontecimientos fundamentales.

  • a) Hacia el año 370 la total substitución de la lengua griega primitiva en la liturgia romana por la lengua latina. (Recordemos que subsistían reliquias como el "Kyrie eleyson" en la misa latina).

  • b) Hacia el 600 se realiza la reforma del papa Gregorio el Grande que logra una clarificación sobre todo en el sector de los sacramentos.

  • c) Hacia el 950 comienza la reincorporación de elementos galicanos procedentes sobre todo de Alemania.

  • d) Pasado el año 1000 comienza con Gregorio VII e Inocencio III la etapa final de esta asimilación. Aparecen los libros litúrgicos oficiales de la curia romana que son extendidos por todo occidente especialmente por los franciscanos.

  • e) Entre 1568 y 1614 Roma crea de acuerdo con las determinaciones del Concilio de Trento (1545-1563) los libros que unifican la liturgia de la Iglesia latina: Breviario (1568), Misal (de San Pío V, 1570), Pontifical (1598), Ceremonial de los obispos (1600) y Ritual (1614).

    Como el Breviario y el Misal no tenían carácter obligatorio en el caso de que existiesen tradiciones, otros ritos diferentes con una antigüedad superior a los 200 años, pudieron conservarse bastantes costumbres locales, aunque fueron pocas las que subsistieron a la corriente romanizadora del siglo XIX. Entre las que se conservaron citemos las de las diócesis de Braga (Portugal), Lyon (Francia) y las liturgias propias de algunas órdenes religiosas (Cartujos, Cistercienses, Premostratenses, Carmelitas, Dominicos...)

  • f) A mediados del siglo XX comienza una renovación litúrgica cuyos pasos fundamentales fueron la reestructuración de la Semana Santa y el nuevo rito de la Vigilia Pascual (recordemos que la conmemoración de la resurrección se adelantaba al sábado santo por la mañana y que en aquella época no se permitían las misas vespertinas... Por eso hace medio siglo en toda Europa y también América los grandes estrenos teatrales tenían lugar el Sábado de Gloria al anochecer, ya que ya había terminado la Cuaresma y el Señor ya había resucitado).

  • g) El Concilio Vaticano II con la "Sacrosantum Concilium" inició un período todavía no terminado de grandes reformas litúrgicas (uso de los idiomas vulgares, reestructuración de la práctica de los sacramentos, con una gran descentralización que puede llevar a la creación de nuevos tipos de liturgias, pensemos en los pueblos africanos, adaptados a la vida moderna).

Esta gran obra del Concilio no surgió de la nada. Estaba insinuada y preparada por lo que se ha llamado el movimiento de reforma litúrgica, al que se le ha conocido por diversos nombres: "Movimiento litúrgico", "Renovación litúrgica", "Reforma litúrgica"...

El Movimiento litúrgico en la Iglesia católica ha sido una tendencia de renovación con raíces anteriores, pero ya claramente visible a fines del siglo XIX, que dejó plenamente maduro el terreno para la reforma del Vaticano II.

Algunas personalidades y algunos centros de investigación, especialmente monasterios benedictinos (que con su lema "Ora et labora", "reza y trabaja", han sido en la Iglesia los pioneros en el movimiento litúrgico) fueron los que iniciaron estudios sobre el nacimiento, desarrollo y naturaleza de los elementos litúrgicos, y su perfecto conocimiento fue el primer paso para purificarlos de las deformaciones y degradaciones producidas a lo largo del tiempo.

En los grandes monasterios benedictinos como Solesmes (Francia), María Lach o Beuron (Alemania) se lograron revivir las mejores tradiciones de la Iglesia latina, se redescubrió el sentido del año eclesiástico, se encontraron muchos tesoros perdidos en las frases y contenido de los antiguos libros litúrgicos, se renovó y comprendió el canto gregoriano...

Este elemento musical fue corroborado e impulsado por el Motu Propio (uno de los diversos tipos de documentos papales) "Tra le sollecitudini" sobre la música sacra de Pío X (22-XI -1903) y la edición vaticana de los libros corales, y la reforma litúrgica de los años 1911-1914.

También hay que entender en relación con esta "Renovación litúrgica" el famoso decreto de Pío X sobre la comunión frecuente y la edad de la primera comunión de los niños que hasta entonces se recibía a los 14 o 15 años. En él se menciona el principio fundamental de la renovación litúrgica, el de la "participación activa" de los creyentes en las festividades de los sagrados misterios y en la oración solemne de la Iglesia.

Quien dio un gran impulso al movimiento litúrgico, con el apoyo del Cardenal Mercier, fue el abad benedictino de Mont-Cesar (Lovaina, Bélgica) y su discurso del 23-IX-1909 en Malinas en el "Día Católico" lanzó un movimiento de renovación litúrgica que llegó muy pronto en Bélgica y Holanda hasta las últimas parroquias, pero que en el resto de Europa se redujo al influjo de las grandes abadías benedictinas.

El portaestandarte del movimiento fue durante algún tiempo la abadía benedictina de María Lach (Alemania) donde Odo Casel escribió su famosa obra sobre la "Teología de los misterios". Importante fue también la parte del movimiento juvenil de Romano Guardini que llevó a la participación litúrgica de la juventud.

Después de la guerra europea, la encíclica "Mystici Corporis" del 29-VI-1943 había abierto ya un paso más, y el centro de pastoral litúrgica de París fundado en 1943 ayudó a la preparación de una serie de elementos que culminaron en la encíclica de Pío XII, la "Mediator Dei", del 20-XI-1947, que fue la Carta Magna de la libertad litúrgica, que partiendo de la reforma litúrgica de Pío X la desarrollaba en muchos puntos.

Notemos en el pontificado de Pío XII (1939-1958), además de la Mediator Dei, la aprobación de numerosos rituales con textos y cantos en los idiomas vernáculos, la nueva traducción del salterio a partir del texto original hebreo, la renovación de la Vigilia Pascual y de las ceremonias de la Semana Santa, la simplificación de las rúbricas, el permiso de las misas vespertinas, la simplificación del ayuno eucarístico, la encíclica "Musicae sacrae disciplina" y la Instrucción de la Sagrada Congregación de Ritos "De musica sacra et sacra liturgia".

Juan XXIII encomendó al Vaticano II que decidiera sobre las líneas fundamentales de una futura reforma general de la liturgia.

El dominio al que se extendió el movimiento litúrgico fue todo el campo del culto cristiano: la celebración de la Santa Misa y la celebración de las horas (tanto el breviario canónico, como los oficios parvos privados, así como las horas santas y otros tipos de ceremonias que suelen estar impregnadas de espíritu litúrgico); la administración de los sacramentos, las consagraciones, bendiciones y procesiones, la música sacra (especialmente el gregoriano y la polifónica, pero también los cantos populares); la construcción y disposición de los templos; el formato de los utensilios litúrgicos.

Pero su dominio principal es la renovación, mejor comprensión y restauración del culto divino de la Iglesia como celebración comunitaria de los que se reúnen en nombre del Señor y realizan el culto con distintos roles de acuerdo a sus distintos grados jerárquicos fundamentales en el sacramento del orden. Predicar la palabra de Dios, alabar. glorificar y dar gracias a Dios, celebrar el memorial del Señor y prepararse continuamente para su futura venida, es el objetivo principal, siempre actual de la Iglesia peregrina en la tierra.

Este movimiento litúrgico hubiese sido imposible sin una verdadera y seria ciencia litúrgica, íntimamente relacionada con la teología y sobre todo con la Historia de la Iglesia, y no podemos aquí mencionar ni su desarrollo histórico ni sus elementos fundamentales, ni sus más ilustres representantes. Tampoco debemos hablar acá de los Institutos litúrgicos, de las Comisiones litúrgicas ni de los Congresos litúrgicos.

La Constitución sobre la Sagrada Liturgia, "Sacrosantum Concilium" fue la primera constitución aprobada por el Vaticano II en diciembre del 63, y a casi cuarenta años de distancia podemos decir de ella lo siguiente:

En ella podemos encontrar objetivos de reforma inmediatos y otros más mediatos. En cuanto a los inmediatos en líneas generales casi todos ellos se han cumplido incluso avanzando más de lo que en ese momento suponía el Concilio.

Históricamente el Concilio despertó un período de cambios, reformas y ensayos litúrgicos, muchos de ellos muy positivos y otros ciertamente exagerados. Al cabo de unos años se prohibieron los ensayos salvo casos concretos y determinados, y puede decirse que en este momento estamos en un período de serenidad y decantación de los resultados obtenidos.

Ciertamente los cambios litúrgicos al principio resultaron hasta escandalosos para una minoría del pueblo cristiano, y en algunas cosas se buscó demasiado lo nuevo. Pero el tiempo ha ido haciendo percibir lo positivo de los nuevos logros litúrgicos y también reestimar algunos elementos tradicionales que fueron dejados de lado por muchos, pero cuyo valor se comprende hoy mejor...

En cuanto a los objetivos más mediatos todavía le queda mucho a la Iglesia y a los liturgistas para reactualizar y renovar. Citemos acá como ejemplo todo lo referente al Sacramento de la Reconciliación.

Posturas y gestos

Las posturas y gestos, así como los ademanes en la oración son manifestaciones y participaciones corporales de la oración interna. La liturgia necesita del uso de signos sensibles y formas externas: palabras, cantos, símbolos, gestos... que excitan y son expresión de la devoción interna y relacionan a la misma oración con los actos internos.

En el Antiguo Testamento abundan los ademanes en la oración: El que reza está de pie delante del Señor (Gen. 18,22; 1 Sam. 1, 9 y 26), mira hacia Yavé (hacia arriba) (2 Cron. 20, 12; Ps. 24, 15), extiende las manos o las eleva (Ex. 9, 29; 17, 11; 1 Re. 8, 22; Ps. 27, 2; 62, 5; ...), se inclina o se prosterna en tierra (Gen. 17, 3; Jos. 5, 15; Deut. 9, 18; Ps. 5, 8; Dn. 8, 17), se arrodilla (1 Re. 8, 54; Is. 45, 23), dirige su mirada hacia el templo o hacia Jerusalén (Ps. 5, 8; Da. 6, 11)

En el Nuevo Testamento Cristo utiliza en el culto divino del templo o de la sinagoga los gestos y posturas de oración normales en el culto judío, aunque en algunos momentos corrige algunos excesos de los fariseos (Mt. 6, 5); levanta los ojos al cielo (Mt. 14, 19; Mc. 6, 41), se arrodilla (Lc. 22, 41) o se prosterna en tierra (Mt. 26, 39; Mc. 14, 35). Esos mismos ademanes se los recomienda a sus discípulos (Mc. 11, 25). Los apóstoles y discípulos siguen su modelo (Hech. 7, 55; 9, 40; Ef. 3,14; Filip. 2, 10; 1 Tim. 2, 8)

Las posturas y gestos en la Iglesia provienen fundamentalmente del culto primitivo, pero no faltan usos y costumbres profanas que reciben un sentido nuevo, específicamente cristiano.

El estar de pie (o "parados" en argentino) en la oración se considera como un símbolo de la resurrección y de la alegría pascual. Por eso se reza de pie los domingos y en el tiempo pascual (Tertuliano: "De oratione" 23)...

Pero siempre en la Iglesia ha habido gente "más papista que el papa", y ya en el primer Concilio Ecuménico, Nicea, año 325, ante una situación concreta que se ha repetido muchas veces a lo largo de la historia y en concreto después del Vaticano II, pensemos en los lefebrianos y otros grupos, el Concilio de Nicea, en su último canon, el 20, determina:

"Sobre el rezar de rodillas.

Ya que hay algunos que se arrodillan en los días domingo y en el tiempo de pentecostés (hoy diríamos "en tiempo pascual") para que en todos los lugares haya un perfecta uniformidad, le parece ben a este santo concilio que las oraciones a Dios se hagan de pie."

Este primitivísimo texto nos enseña algo que sigue siendo hoy la doctrina de la Iglesia. No hay posturas de oración que sean las "divinamente reveladas y únicas", sino que han variado en muchas ocasiones a lo largo de los tiempos. Incluso en muchos casos quedan opciones libres dependientes frecuentemente de circunstancias externas... El pueblo cristiano se sienta en los bancos de las iglesias, pero no lo hace de igual modo en una "misa de campaña". Son distintas las posturas oyendo una Misa dentro de una iglesia con bancos y sillas, que haciéndolo en la Plaza de San Pedro del Vaticano... Y la razón que alega el concilio niceno no es sino "para mantener la uniformidad"... Los obispos son los únicos que pueden dar leyes o reglas en ese terreno, y también cambiarlas a lo largo de los tiempos. Aunque no faltan algunos "iluminados" a quienes su "espíritu santo particular" les dice que ellos y toda la Iglesia debe adoptar tal postura. Casi siempre me encuentro con que a mí mi espíritu santo particular me dice lo contrario que a esos señores...

La última aceptación y determinación de las posturas y ademanes tolerados, permitidos u ordenados, corresponde al Episcopado. Notemos que el cambio de posturas y generalmente también el de muchos otros elementos litúrgicos no suele implicar profundos problemas teológicos(como algunos equivocadamente pretenden creer), sino más bien problemas de adaptación, conveniencia y mayor utilidad para conseguir una mayor participación del pueblo.

El estar de rodillas simboliza el reconocimiento de la culpa y la penitencia, por eso se estimula en tiempos de cuaresma y adviento, que suelen ser los de ayuno y abstinencia, aunque esas penitencias en la liturgia actual se han reducido a un mínimo.

La genuflexión simple (con una sola rodilla) es algo desconocido en la primitiva liturgia romana; primitivamente era en la edad media un gesto de reverencia y sumisión frente al señor feudal, después se hizo a los obispos, muchos de los cuales eran también señores feudales, y no entró en la liturgia hasta finales del medioevo.

La genuflexión doble con inclinación de la cabeza estaba hasta hace relativamente poco tiempo reservada como saludo de adoración a la Eucaristía expuesta para la adoración de los fieles. Hace poco tiempo ha sido sustituida por la genuflexión simple.

La inclinación o reverencia ha sido una de las posturas más frecuentes, p.e. en las oraciones sobre el pueblo.

La postración en el suelo era frecuente al comienzo del acto de culto. Hoy sólo se conserva así el Viernes Santo.

El extender las manos en la oración aparece frecuentemente descrito en los autores primitivos (Tertuliano, "De oratione" 14; Ambrosio, "De virginibus" II, 4, 27) y el arte (los "orantes") y se le da un nuevo fundamento como símbolo de la crucifixión del Señor (Tertuliano, "De oratione" 17; Ambrosio, "De sacramentis" VI, 4, 18)

El juntar las manos es algo que procede del derecho feudal germánico y simboliza fidelidad al señor (en este sentido se conserva todavía en la ordenación sacerdotal), aparece en la liturgia desde el siglo VIII y se generaliza en la segunda mitad de la edad media.

Puede decirse que la unificación de las posturas corporales se consiguió en la Iglesia latina a partir de las rúbricas del Missale Romanum (1570) y el Pontificale Romanum (1596) y han permanecido casi inmutables hasta el Concilio Vaticano II.

Las posturas del pueblo quedaron ya determinadas a finales de la edad media. La postura fundamental en la Misa era de rodillas, lo que se interpretaba como una confesión de fe en la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento (y esto se resaltó más como reacción a la postura contraria del protestantismo.)

El movimiento litúrgico y los documentos eclesiásticos (cfr. SC 30) pretenden una nueva integración de las posturas corporales en el culto divino, la liturgia y la oración, buscando una mayor participación del pueblo.

La música sagrada

Es una parte integrante de la liturgia solemne (MP de 1903 I, 1) que debe acompañar a las acciones litúrgicas (Instrucción de 1958, nn. 1, 5-9, 12) que surgió con la liturgia y está inseparablemente unida a ella. Como "principal servidora de la sagrada liturgia" (Carta del Cardenal Secretario de Estado al Cardenal Frings del 26-Y-1961) tiene un lugar primordial sobre todas las demás artes en la liturgia.

El canto gregoriano es la forma más elevada de la música litúrgica (MP de 1903 II 3-4) (SC 116). La música coral o polifónica tiene también una gran tradición dentro de la Iglesia.

El canto religioso popular (SC 118) debe ser fomentado en las acciones litúrgicas para lograr una mayor participación de los fieles.

En cuanto a los instrumentos musicales, se considera como instrumento musical tradicional el órgano de tubos, pero pueden admitirse otros instrumentos (guitarra) con el consentimiento de la autoridad eclesiástica territorial correspondiente, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificación de los fieles (SC 120)

Notemos que también corresponde a la autoridad eclesiástica territorial (el episcopado) determinar qué cantos pueden o no pueden cantarse en los actos litúrgicos.

P. Manolo Trevijano
Abril 2000



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10 de junio de 2006